Los científicos quieren convertir la ‘gripe de Shanghái’ en un agente pandémico
Los
principales expertos en gripe consideran necesario hacer con el virus
aviar H7N9 lo mismo que Ron Fouchier, del centro Erasmus en Rotterdam, y
Yoshihiro Kawaoka, de la Universidad de Wisconsin, hicieron el año
pasado con el virus también aviar H5N1, con enorme escándalo de la
opinión pública y recomendaciones de censura de los asesores de
seguridad biológica de la Casa Blanca. Se trata de generar en el virus
H7N9 las mutaciones que lo convertirían en un agente pandémico, en lugar
de esperar a que la naturaleza lo haga por su cuenta y organice una
pandemia por sí sola. Las autoridades sanitarias de Estados Unidos
impondrán unas condiciones de seguridad muy estrictas a estos
experimentos, ya que los financian en parte.
Desde finales de marzo, cuando apareció el primer brote en Shanghái, el
virus de la gripe aviar H7N9 solo ha causado 130 casos de infección
humana en China, con 43 muertos. Se trata de saltos directos de las aves
a los humanos, sin apenas capacidad de contagio entre personas. Pero el
virus está variando y la preocupación de los científicos es que pueda
adquirir esa capacidad de transmisión y causar una pandemia, o epidemia
mundial.
Los propios Fouchier y Kawaoka, los biólogos que desencadenaron la
crisis del año pasado al introducir cinco mutaciones en otro virus aviar
(H5N1) para otorgarle una alta capacidad de transmisión entre
mamíferos, encabezan ahora una iniciativa para repetir aquellos
experimentos con el nuevo virus aviar (H7N9).
La propuesta ha dado lugar a una publicación conjunta de Nature y
Science, una coalición entre competidores que se reserva para las
grandes ocasiones. Estas dos revistas científicas tuvieron también un
papel central en la crisis del H5N1, durante los primeros meses de 2012,
pues fue a ellas a las que Fouchier y Kawaoka enviaron los trabajos del
escándalo. El panel científico que asesora al Gobierno norteamericano
sobre bioseguridad (NSABB, National Science Advisory Board for
Biosecurity) recomendó su censura por temor al bioterrorismo, y solo
tras la mediación de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y de la
crema de la virología mundial pudieron publicarse sin recorte alguno.
“Aunque el primer brote de H7N9 está ahora controlado, este virus, u
otro con propiedades similares, puede reemerger cuando se acerque el
invierno”, dicen Fouchier y Kawaoka. La principal medida que ha
permitido controlar el brote ha sido el cierre de mercados de pollos y
otras aves vivas, que son uno de los grandes focos de virus emergentes.
La escasez de frigoríficos en China, como en gran parte del mundo en
desarrollo, hace que mantener vivos a los animales hasta el momento de
su consumo sea el método preeminente de conservación alimentaria. Y la
fuente de todos los mestizajes y adaptaciones que crean nuevos agentes
infecciosos.
Los científicos chinos acaban de publicar en el British Medical Journal
el primer caso de transmisión entre personas del virus, de un padre a su
hija. El caso ocurrió abril, antes de que se controlara el brote.
También los estudios con hurones, el modelo habitual de la gripe humana
por el gran parecido de su respuesta a estos agentes, han indicado
recientemente que algunas cepas de H7N9 están a medio camino de su
adaptación a las vías respiratorias de los mamíferos. No son datos
tranquilizadores.
“Para evaluar a conciencia el riesgo potencial asociado con este nuevo
virus”, sostienen Fouchier y Kawaoka, “son necesarios nuevos
experimentos que podrían definirse como de 'ganancia de función“. Se
trata de un tecnicismo genético –que en este caso hace las veces de un
eufemismo estratégico— que significa manipular el virus para hacerlo
altamente transmisible entre mamíferos, o altamente letal, o ambas cosas
a la vez. Es la forma de averiguar qué mutaciones exactas causan esas
calamidades. Y por tanto de saber cuánto le falta a la naturaleza para
obrar el prodigio por sí misma, y qué buscar en los controles de las
granjas y los virus aislados de las víctimas humanas.
Los virólogos están preocupados por varios hechos muy concretos. La
principal proteína de la cubierta del nuevo virus –la hemaglutinina, o
la 'H' del H7N9— tiene varios tramos variantes que, por lo que se sabe
de otros virus, funcionan probablemente como adaptaciones a las vías
respiratorias de los mamíferos. Ello incluye ciertas mutaciones que
permiten al virus unirse a los receptores humanos. Muchos de estos datos
cruciales se obtuvieron de la reconstrucción del virus de la gripe
española que mató a 40 millones de personas en 1918, más que la Primera
Guerra Mundial que terminaba justo aquel año.
Otro dato inquietante es que varios H7N9 aislados de pacientes que
estaban recibiendo tratamientos antivirales adquirieron resistencia a
los fármacos oseltamivir, peramivir y zanamivir. Estas resistencias
complicarían mucho las cosas en caso de una hipotética pandemia: los
fármacos antivirales son la primera línea de defensa mientras se
desarrolla una vacuna, que puede tardar seis valiosos meses. “Para
obtener información útil que permita iniciar las actuaciones de salud
pública antes de una pandemia”, aseguran Fouchier y Kawaoka, “resultan
fundamentales los experimentos de 'ganancia de función”. Recuerden el
significado de ese eufemismo: crear un agente pandémico en el
laboratorio.
Las condiciones de seguridad se contarán entre las más estrictas de la
historia de la biología. Las investigaciones estarán sujetas a la
supervisión de comités de seguridad con expertos mundiales en
enfermedades infecciosas, inmunología, bioterrorismo, biología molecular
y salud pública. La mayor parte de estas medidas ya se utilizan para
trabajar con el virus de la gripe española de 1918, pero la experiencia
del año pasado ha ayudado a mejorarlas, y también a un esfuerzo de
transparencia y fiscalización por la opinión pública del que no es fácil
encontrar un precedente en la historia de la ciencia.
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