20130812

Si quiere intentar salvar su vida y no puede, de momento considere vapear


Este texto trata acerca de la diferencia entre tabaquismo y la mera adicción producida por la nicotina, sobre la existencia de técnicas diversas para abandonar el tabaquismo, sobre la existencia de los cigarrillos electrónicos, su uso, la posible sustitución del hábito de fumar por el de vapear cuando se fracasa en otro tipo de intentos y sus consecuencias en comparación con los productos del tabaco.

Los cigarrillos son la gran plaga de los siglos XX y XXI. En Europa, el tabaco fue gradualmente introducido desde su descubrimiento en América. Se empezó a fumar desde bien pronto, pero no existía un dispositivo de administración tan perverso como el cigarrillo.

Este comenzó a hacerse popular en el siglo XIX. Durante la Guerra de Crimea los soldados franceses comenzaron a fumarlo en oposición a los soldados turcos que lo hacían en pipa. Entre las mujeres surgió como alternativa más propia para la imagen tradicional de su sexo frente a los puros y pipas, considerados masculinos. Fue sin embargo en el siglo XX cuando se disparó el consumo de los cigarrillos. Las agresivas compañías tabaqueras, principalmente de EEUU, pero también británicas y de otros países, comenzaron a diseñar un marketing que lo convirtió en un producto asociado a cualquier actividad cotidiana.

Tanto en la Primera Guerra Mundial como en la Segunda, las compañías aseguraron un suministro constante para las tropas y se consideró vital para la moral de las mismas. Los soldados que conseguían volver a casa, así como todos miembros de servicios auxiliares, desde médicos a enfermeras hasta miembros de logística y otros, volvían con el paquete en el bolsillo y la adicción garantizada. Entre las mujeres se promocionó primero como símbolo de libertad frente a la opresión masculina, entre grupos de feministas y sufraguistas, y luego como método para adelgazar y como reclamo de deseo erótico. Entre los jóvenes se difundieron marcas que llamaban a la rebeldía juvenil, entre los maduros marcas que atendían al prestigio social y al éxito, entre trabajadores las marcas llanas del pueblo, las había para comunistas, socialistas, liberales, conservadores y anarquistas. Obviamente todo ello era un producto creado por la imagen y no por las características del producto.

Los indicios de que el tabaco estaba produciendo una epidemia fueron silenciados durante años por la acción de las tabaqueras. Confusos estudios pagados por las mismas ponían en duda la relación causa-efecto. Se trabajó en crear productos que ofrecían una imagen más segura a pesar de ser tan dañinos o más que los originales: desde el filtro hasta las marcas light, pasando por mezclas que aseguraban dañar menos la garganta, los pulmones o el aliento. Se pagó a miles de doctores para que participaran en campañas de publicidad de las tabaqueras. Se diseñaron campañas para atraer a los niños y adolescentes con imágenes de mascotas amigables y aparentemente inofensivas y se sobornó a medios de comunicación, políticos y gobiernos enteros para silenciar la tragedia que acaecía, mientras Hollywood y las productoras europeas recibían montañas de dinero para mostrar a los actores y actrices fumando en situaciones glamourosas.

Se calcula por parte de la OMS que en total el tabaco causó cien millones de muertes en el siglo XX, y que probablemente, de seguir la progresión actual, llegue a causar mil millones de muertes en el siglo XXI. No se dejen engañar por el rechazo al tabaco en EEUU y muchos países europeos: el consumo se encuentra en franca expansión y las mismas tabaqueras de América y Europa siguen haciendo un negocio de proporciones increíbles en los llamados países emergentes, donde sigue existiendo aquella publicidad del tabaco que creíamos olvidada y donde no existe legislación que limite su consumo. Ninguna otra calamidad que haya azotado a la humanidad ha matado tanto: ninguna guerra, ningún desastre natural, ni siquiera la famosa peste negra. Además, las vías por las que causa la muerte son de una naturaleza terrible. El cáncer de pulmón, en sus diversas formas, es una de las formas de cáncer más agresivas que existen. Los tratamientos son altamente ineficaces y las posibilidades de supervivencia muy bajas. El enfisema pulmonar y la EPOC destruyen la capacidad de respirar y condenan a los afectados a una muerte lentísima y agónica sin oxígeno. Sus posibilidades de vivir están limitadas a la distancia que les separa del tanque de oxígeno que han de portar. En ocasiones causa problemas vasculares que terminan en la muerte de tejidos y la amputación de dedos, manos, pies o extremidades completas. Supone un riesgo para el corazón que termina en infartos, se alía con el colesterol para favorecer los trombos y derrames e incluso con el alcohol para producir un tipo de ceguera llamado precisamente alcoholico-tabáquica.

Y eso son solo algunos de los efectos. Incluso para aquellos que sobreviven, la vida transcurre entre toses excruciantes mañaneras, imposibilidad de practicar ejercicio sin ahogarse, degradación de la piel, mal aliento, daños en los dientes y encías, olor desagradable en el cuerpo, la ropa y el hogar, momentos de ansiedad insoportable cuando se acaba el tabaco y no hay posibilidad de comprar, angustia en situaciones donde fumar está prohibido, culpabilidad y daño a terceros por el humo de segunda mano o durante el embarazo.

Dejar de fumar es una tarea casi imposible para la mayoría de aquellos que han adquirido la dependencia. Siempre, por la amplificación de los tópicos, se suele mostrar el ejemplo de aquellas personas que afirman en alguna ocasión: “me levanté una mañana, decidí no volver a fumar y desde entonces no me he acordado de ello”. Se trata de casos excepcionales y en muchos casos además son mentira, son un intento de la persona por ocultar la verdadera naturaleza del suplicio que hubo de sufrir, bien sea por vergüenza a admitir una adicción, por prestigio social o simplemente por pavonearse. Cualquier experto en adicciones y dependencias -sea del tabaco u otras drogas con efectos similares- puede confirmar el calvario que supone en realidad dejar este producto para la mayoría de los usuarios.

La realidad es que dejar el tabaco simplemente por la mal llamada “fuerza de voluntad” es un método que tiene éxito en el 5% de los casos. Si lo prefieren, se fracasa nada menos que en el 95% de los casos. Si se acompaña de terapias psicológicas, el porcentaje sube temporalmente si bien en muchos casos recaen al abandonar las mismas. Aún así es posible que funcione para el 30% de los casos siendo optimistas y cuando se incluye también el aporte de nicotina por otras vías. Las recaídas son algo muy frecuente: las muchas situaciones sociales y personales que invitan a su consumo hacen que muchas personas vuelvan al hábito incluso después de haberlo dejado por uno, dos o incluso diez años, retornando con una velocidad pasmosa -en cuestión de días- a las antiguas costumbres que podían incluir el consumo de una cajetilla, dos o más. Las terapias de suministro de nicotina por otras vías, sin apoyo psicológico, han demostrado una eficacia bajísima: el consumo de nicotina “medicinal” en forma de caramelos, chicles o parches saca de la adicción aproximadamente al 10% de los que lo intentan.

El tabaquismo, como su nombre indica, pues no se llama “nicotinismo”, es la dependencia del tabaco. El mismo no provee solo nicotina, sino alrededor de 4500 sustancias o más, muchas de las cuales son venenosas o tóxicas, y al menos 40 de ellas son cancerígenas. Los cigarrillos están además diseñados para aumentar la dependencia, añadiendo productos que aumentan la absorción rápida de la nicotina y magnifican sus efectos, además de contener alcaloides que actuan como IMAO (antidepresivos) y aumentan el subidón. Por si fuera poco, contienen sustancias anestésicas que enmascaran efectos secundarios tales como la irritación y dolor de garganta, dolores pulmonares y otros. Esa es la razón por la que se dan los ataques de tos mañanera y el malestar antes del primer cigarrillo: tras unas horas de descanso, los anestésicos han desaparecido y los verdaderos efectos aparecen, hasta el momento en que uno o dos cigarrillos vuelven a anestesiar el cuerpo. Para empeorar aun más la situación, el humo de tabaco atrofia los mecanismos de los bronquios y pulmones para limpiarse de tóxicos adheridos a los mismos, razón por la cual dejar el hábito suele ir acompañado de esputos y toses, cuando los mismos comienzan a recuperarse.

Pero es que además el cigarrillo triunfó porque las adicciones no son solo físicas: la nicotina es metabolizada y expulsada rápidamente por el cuerpo -cuestión de horas- y los efectos físicos desaparecen en unos dos o tres días. Lo que persiste es una fortísima dependencia psicológica: el mundo del cigarrillo -incluso de los puros y pipas- está acompañado de multitud de situaciones sociales y personales que se asocian al mismo. Son razones para fumar el estar nervioso, triste, alegre, celebrar el éxito, lamentar el fracaso, estar de fiesta, de luto, reencontrarse con amigos, pensar en el trabajo, concentrarse, distraerse, tras la comida, tras el café, acompañar a la bebida, antes de dormir, después de levantarse, como invitación a otros, como excusa para hablar, como excusa para ligar, tras el sexo, pasear, sentarse, esperar… sí, todo lo que un humano pueda hacer. En ocasiones se llama “fijación oral”, y comprende el proceso “mano-boca” en el que se sostiene algo, se juguetea con ello, se chupa, se saca humo, etc. Se añade para el fumador el ritual de abrir un paquete, quitar el plástico, juguetear con el mechero, tal vez olerlo si es de gasolina, encender una cerilla si es el caso, prender el cigarrillo, jugar con el humo, producir nubes y un largo etcétera de acciones sin las cuales se siente vacío y con la falta de algo cotidiano.

Hacia el año 2003 se comenzaron a fabricar y distribuir los llamados “cigarrillos electrónicos”. Su nombre puede ser algo engañoso en el sentido de que “cigarrillo” no implica que contengan tabaco -no es el caso- y “electrónico” no implica que tengan una gran tecnología de chips asociada. En realidad sería más correcto llamarlos “eléctricos”. La idea era producir un dispositivo que pudiera ofrecer nicotina por vía aérea sin humo.

Este punto es fundamental: a pesar de que se ha demonizado a la nicotina como el principal causante de la tragedia del tabaquismo, lo cierto es que es el humo, que contiene alquitrán y otras 4500 sustancias nocivas y cancerígenas, el que está matando o destruyendo la calidad de vida de millones de personas. Si bien es cierto que la nicotina no es un producto saludable ni totalmente seguro, la realidad es que la nicotina no es cancerígena hasta donde se ha podido investigar (y se ha investigado mucho). Por otro lado sus efectos físicos -salvo sobredosis- no son especialmente graves, aunque conviene remarcar que es vasoconstrictor, estimulante, aumenta el ritmo cardiaco y produce adicción, entre otros efectos. Ahora bien, por sus efectos está clasificado dentro del mismo grupo que la cafeína, un estimulante “suave” y no excesivamente peligroso, por lo que no hay que magnificar su capacidad para producir efectos negativos: como el café, una sobredosificación puede tener consecuencias graves -y hay casos gracias, sobre todo, al uso excesivo de bebidas energéticas- pero su uso moderado es en general bien tolerado por el cuerpo. También hay quien argumenta que es un veneno porque, entre otras cosas, se utiliza como insecticida, pero tenga en cuenta que también la cafeína es producida por plantas precisamente porque mata a los insectos que pueden parasitarlas. Considere además que no somos insectos sino humanos, y que en todo caso, un envenenamiento por nicotina se da cuando hay una sobredosificación, al igual que ocurre con el café.

En general, los estudios médicos, incluyendo los de la OMS, sostienen que una persona puede consumir durante toda su vida nicotina sin mayores contratiempos, dentro de unos límites razonables, siempre y cuando no existan cuadros específicos de alergias, problemas cardiacos u otros problemas para los que puedan estar contraindicadas las sustancias estimulantes, que también incluyen, por cierto, a la cafeína. De hecho es remarcable el hecho de que muchas autoridades sanitarias están empezando a considerar que es preferible que una persona siga consumiendo nicotina durante toda su vida por otras vías diferentes de fumar si con ello consigue mantenerse totalmente al margen de volver a utilizar productos del tabaco. Es decir, se considera un mal menor, casi irrelevante, frente al peligro que supone seguir aspirando humo de tabaco. Evidentemente, dicho esto, lo ideal es abandonar la nicotina completamente, pero si existe la menor posibilidad de volver a fumar, es razonable utilizar nicotina administrada por otras vías incluso de forma permanente, salvo contraindicación por causa de fuerza mayor: es el tabaco, no la nicotina, el que deriva en cáncer, EPOC y otras muchas enfermedades mortales, salvo, posiblemente, algunos efectos cardiacos, enfermos para los cuales también se recomienda no utilizar otros estimulantes.

En cuanto a la tecnología de estos cigarrillos, se trata, hasta cierto punto, de una evolución de las tradicionales “cachimbas” o “shishas”, que funcionaban generando vapor, si bien en este caso no se calienta tabaco para introducirlo en el vapor, lo cual es una diferencia muy importante.

En general, se trata de una batería, habitualmente de 5 voltios, recargable vía cargador convencional y USB. Dicha batería se conecta a un depósito que contiene el líquido que se vapeará (puesto que producen vapor y no humo, se suele utilizar el verbo vapear en lugar de fumar, o vaping en inglés). Junto al depósito, hay una resistencia eléctrica que calienta el líquido para convertirlo en vapor. Dependiendo del modelo, puede tener un detector para activarla automáticamente cuando se aspira, o bien ser manual y proveer un botón para activarla en el momento de aspirar, dependiendo de gustos. Finalmente posee una boquilla a través de la cual se aspira el vapor. Generalmente disponen de una luz led, bien sea en el pulsador, bien sea en la punta, que tiene un efecto decorativo (puede simular ser la brasa del cigarrillo), e informativo (indican que están conectados y suelen avisar del estado de carga de la batería).

En cuanto al líquido, se trata de una solución que no contiene solo agua (pues no produciría vapor visible ni portaría con eficacia los aromas que se deseen añadir), sino también un porcentaje grande de propilenglicol y glicerina vegetal. El primero se utiliza en alimentación, fármacos y cosmética, no habiendose encontrado hasta ahora ningún efecto adverso para su uso en humanos, si bien se señala que la mayoría de estudios se han realizado respecto a su ingestión y no respecto a su inhalación. Desde 2003, y acompañado de estudios sobre el cigarrillo electrónico, se han realizado pruebas y no parece haberse encontrado efectos adversos, aunque las autoridades médicas advierten que no está confirmada al 100% su seguridad. El segundo, igualmente tiene usos alimentarios, de cosmética y medicina, entre otros, con la misma sugerencia de no crear efectos adversos pero con una advertencia de que existen menos estudios respecto a su inhalación. Es de remarcar que si bien existen menos estudios, sí existen, y hasta ahora no se ha encontrado ninguna indicación de que puedan resultar nocivos.

Sobre esa base de agua, propilenglicol y glicerina vegetal, se pueden añadir distintos aromas, habitualmente utilizados en alimentación. Esto hace que puedan conseguirse sabores de frutas, mentol, similares al tabaco fresco, de especias, y muchos otros, más o menos exóticos, dependiendo del gusto del vapeador. Finalmente, de forma opcional, puede añadirse una cantidad de nicotina, que en muchos casos será deseable para quien desea sustituir el consumo de tabaco por el vapeo. Los líquidos a la venta contienen cantidades variables de la misma, especificadas en miligramos por mililitro. Generalmente los fumadores suelen empezar por una dosis de 12mg/ml o 9mg/ml y conforme se habituan, si desean comenzar a retirar la nicotina, van pasando a productos con 6 y 3, hasta llegar a 0. Tras ello, algunos dejarán incluso de vapear totalmente. En otros casos seguirán vapeando de cuando en cuando simplemente con aromas, y otros mantendrán siempre una cierta dosis de nicotina.

Respecto a la variedad de productos, existen algunos disponibles en farmacias que generalmente son bastante poco satisfactorios. Es preferible adquirirlos en boutiques especializadas en cigarrillos electrónicos o bien adquirirlos mediante compra por Internet. Se ofrecen tanto kits completos como repuestos y consumibles (líquidos, baterías, tanques contenedores, boquillas, etc). En general, a día de hoy, si el vapeador no es una persona dada a probar cada día algo nuevo, resulta mucho más barato que fumar. La amortización del equipo inicial más los líquidos se da en el primer mes de uso y posteriormente se aprecia un ahorro considerable. Existe una gama muy amplia de productos, que van desde los deshechables (tal vez solo para una primera toma de contacto, pues a la larga son caros y poco ecológicos) hasta aquellos que solo necesitan de recargas de líquido y mantenimiento ocasional (por ejemplo, las baterías terminan desgastándose tras unos meses). Existen ciertos estándares de facto, como los modelos Ego y 510 que permiten utilizar baterías, cargadores, tanques y otros aditamentos de diferentes fabricantes, al ser compatibles sus sistemas de montaje. En cuanto a su forma, los hay que imitan cigarrillos, puros, pipas y otros que se apartan totalmente del aspecto de un producto del tabaco, dependiendo de gustos. Para los coleccionistas, existen incluso pipas fabricadas a mano -bastante caras, lógicamente- hasta puros que mimetizan el tacto de uno natural y contienen líquidos con un sabor muy parecido al de los habanos.

La experiencia de vapear es muy similar a la de fumar: cuando contienen nicotina, producen el “golpe de garganta” que muchos fumadores buscan, e incluso algunos líquidos con mentol y otros aromas pueden imitarlo sin nicotina. El vapor es muy similar al humo de tabaco a la vista: se ve al exhalarlo, se producen volutas y nubes. El paso por las vías respiratorias produce también una sensación parecida, si bien no está tan caliente como el humo de tabaco ni produce el ahogo asociado al mismo. En cuanto a su persistencia en el ambiente, a diferencia del humo, desaparece rápidamente y no deja las estancias plagadas de olor y sustancias tóxicas. No obstante, y a pesar de los estudios hasta ahora realizados, que certifican que la calidad del aire en una habitación no empeora como sucede con el humo de tabaco, no significa que el producto se desintegre. Cierto es que no dejará el ambiente cargado ni olores, y también es cierto que el cigarrillo electrónico no está en combustión como uno normal, pero también es cierto que si bien la ley antitabaco para espacios públicos no se aplica a estos, tal vez sea prudente no molestar a otras personas insistiendo en vapear en bares, cines u otros espacios comunes por una cuestión de educación y también porque si bien el vapor es muchísimo menos perjudicial que el humo tabaco, ello no implica que sea saludable.

En general la experiencia es bastante completa al poder emular los gestos “boca-mano”, aspirar, expulsar vapor, recibir el golpe de garganta y seguir en general un “ceremonial” que sustituye al del tabaco (ya no hay mecheros, ni limpieza de ceniceros, ni otras tareas del estilo, pero habrá recarga de líquidos, limpieza de boquillas, etc). Al disponerse de presentaciones diversas -cigarrillos, pipas, puros…- resulta satisfactorio para el hábito de distintos fumadores.

Existen, no obstante, diferencias: estos productos ya no contienen los miles de sustancias adicionales del tabaco, y el humo es diferente del vapor. Como resultado, los primeros días de cambio pueden experimentarse efectos secundarios de la retirada del tabaco: al no haber anestésicos, la garganta puede doler unos días hasta que sane de lo que era una permanente irritación (era un efecto enmascarado por el cigarrillo de tabaco), los pulmones y bronquios, que ya no están atrofiados, comenzarán a segregar mucosidades y pueden ser más frecuentes las toses y esputos, mientras el cuerpo se libra del alquitrán y otros tóxicos.

Solo si se decide rebajar la nicotina, lo cual es recomendable aunque no impresdindible si ello puede derivar en volver al tabaco, pueden añadirse algunos síntomas típicos de su retirada, tales como estreñimiento, algunas pesadillas, cierto nerviosismo o “hambre de tabaco” (craving). Nada con lo que no se pueda lidiar, especialmente teniendo en cuenta que la dependencia psicológica está cubierta por la experiencia de vapear.

Dicho todo esto, los estudios realizados hasta ahora afirman que el 90% de quienes prueban el vapeo terminan dejando el tabaco. Es algo que no puede conseguirse con tal porcentaje de éxito por otras vías. Todos los estudios objetivos afirman igualmente que de ese modo se está sustituyendo el hábito de fumar por uno que como mínimo es muchísimo menos perjudicial y que no implica cáncer, enfisemas, EPOC o daños severos en tejidos. No obstante, y aunque muchos médicos comienzan a sugerirlo como alternativa al tabaco, oficialmente no es considerado aun una terapia médica para la sustitución del hábito ni para dejar de fumar. Los estudios y acuerdos en el mundo médico requieren décadas en muchas ocasiones y actualmente no pueden descartar al 100% posibles efectos secundarios ahora desconocidos.




En este texto se ha tratado de explicar en qué consiste el cigarrillo electrónico y las más que probables ventajas respecto a fumar, pero quede claro que no se anuncia como algo saludable sino que se indica a que todo apunta a que es menos dañino, y quede claro también que  no existe razón alguna para que alguien que no ha fumado nunca o ha conseguido ya dejar de fumar por otras vías adopte ahora el vapeo como una costumbre en su vida. Por supuesto, es algo que tampoco deben practicar menores de edad, salvo que consejo médico y tutela apropiada lo recomienden para casos concretos donde el menor ya haya caído en el tabaco y no pueda abandonarlo por otras vías, pero en cualquier caso como norma general aquí solo se puede indicar que un menor jamás ha de utilizar estos productos.


Si usted ha conseguido abandonar el tabaco por otras vías, o lo está consiguiendo, adelante, no piense en el vapeo. Pero si ha fracasado y sigue fumando, o lo ha retomado, considere que aquí tiene una alternativa para valorar. Todo lo que se sabe hasta ahora tras estudios científicos, indica que es una alternativa muchísimo menos dañina, y que probablemente puede salvar su vida. Sepa que los consensos internacionales tardarán años y es su decisión mantenerse en el tabaco durante todo ese tiempo, lo cual posiblemente le conducirá a una situación física lamentable o a la muerte, o cambiar al cigarrillo electrónico con un cierto grado de incertidumbre razonable. En todo caso, abandone el tabaco por la vía que sea, antes de esperar a ningún estudio (parches, chicles, por fuerza de voluntad, con ayuda psicológica, lo que sea antes de fumar). Solo si no puede por otras vías, considere esta y tome usted su decisión de forma personal y autónoma, en este texto solo se describe lo que se sabe, no se recomienda nada al respecto del vapeo.


Sepa usted también que es su obligación informarse con objetividad. Sepa que la industria tabaquera trató de ocultar por más de cincuenta años los efectos nocivos del tabaco, y que sigue actuando como un poderoso grupo de presión para mantener y fomentar el consumo allí donde puede. El negocio del tabaco es inmensamente lucrativo y si es necesario, se paga a médicos, funcionarios, políticos y medios para distorsionar la verdad. Sepa que organismos internacionales de la salud, como la FDA, tienen en su plantilla a médicos con intereses en compañías farmacéuticas. Las farmacéuticas son igualmente un negocio tremendamente lucrativo que igualmente puede influir sobre la publicidad de distintas alternativas para demonizar o silenciar aquellas que no le dan exclusividad sobre su comercio. Sepa que los gobiernos de muchos países están formados por políticos facilmente corruptibles que no dudan en crear leyes que favorecen a las grandes corporaciones aunque sean contrarias al interés y a la salud de los ciudadanos. Sepa, finalmente, que los medios tradicionales de comunicación de masas -televisión, radio, prensa- generalmente son sensacionalistas y nada rigurosos, fomentando el escándalo, magnificando la anécdota y dejando la comunicación muchas veces en las manos de personas sin cualificación ni conocimiento para hablar sobre asuntos, lo que suele derivar en una información parcial, errónea o sensacionalista. Igualmente dichos medios, muchas veces privados, se mueven por el interés económico, donde usted, como oyente o lector, no es el consumidor sino el ganado -audiencia- ofrecido a las empresas que pagan por la publicidad.


Por todo ello, desconfíe de las comunicaciones parciales donde sorprendentemente se habla de riesgos terribles para la salud del cigarrillo electrónico mientras nada se dice de la catástrofe el tabaco tradicional. Investigue todo lo necesario y confirme las fuentes. Conozca quién está detrás de cierta publicidad negativa, o bien si el medio donde se difunde es sencillamente sensacionalista y falto de rigor. Piense por si mismo. Solo después de contrastar todo lo que pueda, decida sobre la información que recibe. Estos son algunos ejemplos de publicidad negativa:


- Se ha detectado un solo caso -entre millones de usuarios de cigarrillos electrónicos- de una persona a quien la batería del producto le explotó causándole lesiones en los dientes y lengua. Nada se dijo de los miles de personas que han muerto tras incendios provocados por el tabaco, de los millones muertos por los problemas de salud asociados, ni siquiera de cuántas baterías explotan al año en cualquier tipo de dispositivo, o del porcentaje de millones de usuarios frente a un fallo. Ni siquiera se mencionó cómo dicho usuario podría haber tratado la batería o si la manipuló incorrectamente. Simplemente se indicó en muchos medios que “los cigarrillos electrónicos pueden explotar causando lesiones graves”.


- En un estudio de la FDA, se encontró una partido de líquido que contenía trazas de etilenoglicol, que a diferencia del propilenglicol, es tóxico. No se mencionó en las publicaciones que las cantidades encontradas estaban muy por debajo de las dosis consideradas dañinas, que el estudio se limitaba a una partida de una marca concreta o que regularmente se retiran partidas de alimentos en los que se encuentran tóxicos, bacterias u otros elementos nocivos sin que ello implique que el producto en sí -desde un filete hasta una zanhoria- sea nocivo, sino que la partida está en mal estado. Por no hablar de que cualquier producto del tabaco vendido regularmente supone un riesgo mayor para la salud aun estando en perfectas condiciones de venta legal.


- Países como México han prohibido la importación y venta (aunque no el uso) en su suelo del cigarrillo electrónico alegando los posibles efectos para la salud. Nada hacen respecto a la importación y venta del tabaco que causa en ese país 40.000 muertes al año de forma directa. El clamor por el agravio comparativo es tal que se está replanteando autorizar su venta. Mientras tanto, medios espcializados en televisión basura como Televisa, aprovechan cualquier oportunidad para hacer reportajes sensacionalistas acerca de aquellos que siguen utilizando el cigarrillo electrónico y sus líquidos, que adquieren a través de Internet de otros países sin realizar comparativas con la salud de aquellos que siguen utilizando productos del tabaco.

Algunas referencias de interés:

Doctor Michael Siegel, Universidad de Boston, especialista en salud pública: por qué los cigarrillos electrónicos funcionan. (inglés)

Doctora Lynne Dawkings, Universidad de East London, especialista en adicciones: estudio sobre el cigarrillo electrónico (inglés)

Estudio europeo sobre efectos del tabaco y vapeo en el corazón (inglés)

“Informa Healthcare”, estudio sobre los mismos efectos (HTML, PDF) (inglés)

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